Pesadillas

Se ha quedado dormida. ¡Al fin!
Ya es bastante malo que exista, ya es bastante malo que Peter la halla elegido a ella y tenga que vivir con nosotros y ya es bastante insufrible que Peter y ella no se separen. Pero es que, encima, cuando esta ella Peter no me habla, ni me hace el mínimo caso.
Vale, me sigue con la mirada cuando estoy a su alrededor, o incluso me sonríe cuando hablo o canto sin esperar respuesta, simplemente tratando de hacer ruido. Llevo fatal sentirme ignorada.
No lo soporto más, y tengo ideas retorcidas en mente para solucionar esto.
-Campanilla...-Canturrea Peter.
-¿Ahora sí que quieres hablar conmigo, hermanito? ¡Pues habla con la pared!
-Vamos, Campanilla. Odio no poder hablarte más incluso que tú.
-Lo dudo. Te estás uniendo mucho a ella, ¿sabes?
Suspira.
-¿Entrarás en mis sueño? Te echo de menos.
-No sé. Tal vez también este ella en tus sueños. Sería demasiado para mí.
-¡Hay veces que te pones imposible!-Murmura, marchándose enfadado.
Escucho como cierra la puerta de su cuarto y sonrío maliciosamente. Le conozco lo suficiente para saber que no vendrá a buscarme. No, siempre espera a que sea yo la que le busque.
-Pero hoy no, Peter...-Susurro con una amplia sonrisa, inclinándome sobre Wendy. Mis cabellos caen sobre su rostro, atravesándolo.-Hoy yo también voy ha jugar con tu muñeca.

Tiembla. No recuerda bien cómo ha llegado a esa siniestra mansión, pero eso carece de importancia. Hay algo maligno, algo tan siniestro que le congela el aliento. Escucha unas risas y se estremece. 
Por fin reconoce la casa, aunque parece tan cambiada, tan fantasmagórica... Es una versión siniestra de la casa dónde Peter la ha llevado.
-¿Peter?
Las risas se repiten. Es una risa infantil, un repiqueteo de cascabeles que, sin embargo, suena terriblemente malvado.
-¿¡Peter!?
Sale corriendo. Siente un aliento en su nuca y chilla. De cada sombra salen manos pálidas, húmedas y huesudas que tratan de agarrar sus piernas. Chilla de nuevo, corriendo hacia las escaleras, y allí esta ella.
-No deberías pedir ayuda a Peter, Wendy...
Era una niña, de unos diez años. Llevaba un anticuado camisón blanco y cascabeles trenzados en el pelo. Estaba pálida, tenía unas marcadas ojeras y los labios violáceos. Aún así, se adivinaba que había sido muy hermosa. Y se parecía tanto a él...
Su sonrisa era burlona y cruel.
-¿Quien eres?
-Yo también le quería, ¿sabes? ¡Todos nosotros le queríamos!-Un llanto infantil, suave, pero proveniente de muchas voces distintas empezaron a rodearla. Wendy gritó. Pequeñas figuras fantasmagóricas se acercaban a ella, tambaleándose. Niños muertos. Decenas de niños muertos.
-Yo también le quería, y él me mató. Él nos mató a todos. A ti también te matará.
-¡No!
Pequeñas manos en descomposición empezaron a agarrarse de su ropa. 
-Aunque eres un poco mayor para jugar con nosotros...
La niña empezó a reírse a carcajadas. Su camisón se empezó a teñir de rojo y de su boca empezó a manar sangre a borbotones. Sus ojos de un color demasiado claro seguían clavados en ella.


Despierta gritando y envuelta en sudor frío, expulsándose del sueño. Dejo escapar una risita entre mis dientes.
-No he terminado contigo, boba. Nos quedan muchas noches por delante. Hasta que por fin te largues.
No me importaba que no pudiera oírme, me inclino sobre su rostro aún asustado.
-Porque Peter es MÍO.

1 comentarios:

Laura Skatalitika dijo...

Acabo de descubrir tu blog, y ya el titulo llama de por sí, pero el relato me ha encantado.
Lo que se hace por amor...
Un saludo :)

Publicar un comentario