Recreo.

-Hola, niña.
La chiquilla me miró sorprendida, levantando la vista de las flores con las que estaba jugando.
Sonreí, maravillada. ¿Tan fácil?
-¿Quien eres?
-Una amiga.
Hacía tiempo que había aprendido a introducirme en los sueños de mi hermano. Los primeros años de... Bueno, desde que pasó ESO habían sido horribles, especialmente cuándo el se iba a dormir y me quedaba sola. Aterradoramente sola. Cuando descubrí que podía colarme en sus sueños sentí que mi existencia volvía a ser soportable. En sueños era tangible. En sueños él volvía a abrazarme, y aunque sabía en todo momento que era irreal, era lo mejor que tenía. Volvía a sentir frío, calor, dolor, y todas esas sensaciones que temía olvidar.
-Pues yo no te conozco.-Replicó la niña.
-Es que yo soy una amiga muy especial. Durante el día me hago invisible.
-No me lo creo, ahora es de día.
-No, no, no, pequeña. Es que estás soñando.
Y con un gesto, me convertí en cientos de mariposas doradas. Mi risa traviesa resonó por todo nuestro alrededor cuando acaricié el rostro de la pequeña con mis cientos de alas y ella abrió los ojos maravillada. Su piel era tan maravillosamente suave... Volví a transformarme en mi misma.
Había aprendido poco a poco a controlar los sueños, cosa que Peter no soportaba. incluso en eso tenía que mantener él el control sobre mí. No quería ni pensar que haría si supiese lo que estaba haciendo, alejándome de él ahora que estaba dormido para introducirme en los sueños de una niña viva.
Haciendo amigas.
-¿Como te llamas?
-Eleanor.
-Yo soy Rose.
-Es un nombre cursi.
-¡No lo es!
Reí de nuevo, por la indignación de la niña. Era increíble poder hablar con alguien. Me sentía completamente feliz. Jugamos. Cambiaba el mundo que nos rodeaba para convertirlo en lo que más nos conviniese. Reímos. Los animales más extraños comieron de nuestras manos. Hablamos. No dijimos nada serio, pero seguía siendo maravilloso compartir cada palabra con ella.
No estaba sola.
Me veía.
Jugaba conmigo.

Seguí visitándola cada noche. Mi pequeña amiga. Tenía que volver con Peter antes de que despertara y meterme en su sueño para que no sospechase nada, no sabía como reaccionaría. Aún así estoy segura de que  él notaba algo raro en mí.
Fue un sábado, un terrible sábado, cuando seguía a Peter por una calle cercana a nuestra casa cuando la oí gritar.
-¡Eleanor!
Peter se detuvo. La niña me miraba y sonreía de oreja a oreja. Su madre no soltaba su mano.
-¿No puedes verla, mamá? Es que es casi transparente. Me dijo que de día es invisible, pero viene a jugar conmigo cada noche.
Peter me miró. Yo no me enfrenté a su mirada, si no que devolví la sonrisa a Rose y la saludé con un gesto antes de que su madre la arrastrara.
-Eleanor...-Murmuró demasiado suavemente mi hermano.
Y supe que lo que iba a pasar iba a ser terrible.

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